De camino hacia París, en los pueblitos de Limoges todo resulta extraño: que el hotel donde duermes sea un lugar donde el tiempo se ha detenido, y la dueña una hada encantadora y desencantada; que en el pueblo descubras una máquina de hacer pizza artesanal y te la acabes comiendo en un lago después de perderte en la carretera... Todo esto tan surreal parece indicar que empiezan las vacaciones.
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