Lo bueno de estar malita es que puedo quedarme todo el día en el lugar del mundo que más me gusta: mi casa. Y que tengo a mi disposición todos los abrazos que existen.
Dice mamá que cuando me abraza fuerte y me mima y siente mi respiración y mi olor cerca del suyo siente como si todavía fuéramos una misma persona, y miráramos y sintiéramos lo mismo. O como si toda la vida fuera a ser el bebé que una vez fui y del que no me quiero despedir del todo.
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