La poesía huye, a veces, de los libros para anidar en la playa, en la
calle, en el silencio, en los sueños breves, hasta en un pañal o un babero...
nunca en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos que no responden a las sonrisas.
calle, en el silencio, en los sueños breves, hasta en un pañal o un babero...
nunca en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos que no responden a las sonrisas.
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